Si desapareguessin les abelles

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Muy llamativo, con formas hexagonales, como si fueran celdillas de un panal y un par de alas translúcidas adornando las cubiertas -amenaza con echar a volar de la estantería-, la Fundación Biodiversidad nos envió el curioso libro de título extenso que contrasta con su contenido haiku-publicitario: “Si desaparecieran las abejas, la vida se haría casi imposible”.

Escrito para dar que pensar más que abrumar con datos inútiles, el resumen de todos los capítulos aparece en la página 2: “Treinta y pico curiosísimos temas de conversación con la biodiversidad como protagonista”. En estas páginas, con frases concisas, nos enteramos de la importancia del vuelo de los murciélagos, descubrimos que España es el primer productor europeo de agricultura ecológica o exclamamos “¡vaya!” al leer, ahora que llega el verano por sorpresa aplastando cual apisonadora una primavera ausente, que “la evaporación de un solo árbol puede refrescar tanto como diez aparatos de aire acondicionado”.

El libro nos ha entusiasmado; es una pequeña joya llena de vida, exactamente y como se explica en el prólogo, porque vida es la mejor palabra que define la biodiversidad. Todo cuenta. Cada especie forma un eslabón que une y prolonga la cadena que da forma a nuestro planeta. Sería, por tanto, nuestra labor ayudar a preservar todas las formas de vida y sus hábitats correspondientes, de otro modo, las consecuencias podrían ser desastrosas.

Sobre la falta de respeto de la biodiversidad, es bien conocida la historia del dodo, el gordito y simpático pájaro de la isla Mauricio que fue extinguido en menos de cincuenta años por la mano del hombre. La parte menos conocida es la hipótesis paralela que surgió con su desaparición. De algún modo, los árboles de tambalocoque, hoy casi extintos, coincidieron en su declive con la muerte del último dodo. Algunos científicos aún sostienen que las duras semillas de este árbol necesitaban el tracto digestivo de la torpe ave para facilitar su germinación… sea como fuere, el dodo desapareció y el ecosistema entero fue modificado. La biodiversidad, como resume esta frase del desconocido Aticus Xip en la página 94 (no hace falta llamarse Aristóteles para escribir ideas geniales) “es la esperanzadora respuesta ante el terror de creernos SOLOS en el universo”. Efectivamente, esa es la vida: aceptar que no estamos solos.

Calçotets perillosos!
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